La gastronomía es compleja y enriquece a quien la practica. Más allá del puro acto de ingerir un alimento para alimentarnos, representa el esfuerzo por comer mejor y más sano.

Las comidas caseras son propias de nuestra tradición y a muchos nos gustan una barbaridad. Pero como todo lo bueno en la vida requiere un esfuerzo, aunque sea pequeño.

Este esfuerzo es el tiempo dedicado a la compra, a preparar y cocinar los alimentos. No necesitamos recetas de cocina sean complicadas, sólo unos cuantos y medidos pasos son suficientes para justificar el sabor, el precio y el aporte de salud, que con mucha frecuencia es magnífico.

Nuestra alimentación, tradicional, casera y cotidiana, la sencilla de todos los días es fabulosa.

Somos capaces de elaborar un menú delicioso y saludable con pocos medios y ese es precisamente uno de los valores de la cocina tradicional.

El esfuerzo de comprar bien y cocinar sencillamente se ve refrendado casi siempre por platos con mucho sabor y mucho más saludables.

Comprar productos básicos de temporada en mercado local y cocinar sigue funcionando tan bien como toda la vida. Tanto para el bolsillo como para la salud.

Los adultos tenemos la obligación que seguir enseñando a cocinar a los jóvenes, porque la cocina forma parte de nuestra cultura.

En realidad cocinar nunca ha sido tan sencillo como hoy, disponemos de electrodomésticos asequibles y bien adaptados a nuestra forma de vivir. Se han desarrollado técnicas de cocina magnificas y sabemos mucho más sobre las cocciones…. Sólo hace falta ponerlo en práctica.

Lo malo es que esta sociedad se ha acostumbrado a no cocinar, pero abusar de los alimentos ultraprocesados no es saludable. Así de tajante y sencillo.

Hay multitud de productos que se consumen diariamente y cada vez en mayor cantidad, y la suma de esta constante ingestión puede llegar a ser perjudicial para nuestra salud. Pero es difícil salirse, ya que para algunos es un extraordinario negocio

Hemos perdido el hábito de cocinar, a pesar del innumerable número de shows gastronómicos que existen. Pero más allá de este triste espectáculo gastronómico, cocinar es imprescindible.

Y ese es uno de los objetivos de nuestros cursos de otoño para adultos. Sencillamente cocinar y controlar todo aquello que ingerimos, porque tiene que ver con el placer y la salud.

No es posible que los adultos no cocinemos por falta de tiempo, la tecnología nos lo ha puesto todo a favor, de nuestra parte, sólo hacer falta un poco de organización y ganas de acción.

No puede ser que nuestros hijos el sabor que recuerden en su infancia sea el de una Burguer.