Mood food: porque mimarse con la comida no siempre es malo

Lo dicen los psicólogos, no hay nada como el mood food. Sobre todo si se trata de platos de nuestra niñez. El caldo de la abuela o la paella de papà son una forma de reconfortarnos muy potente porque nos trae recuerdos de nuestra niñez. Cuando la vida era más fácil y era otra persona quien cuidaba de nosotros.

Se come por gusto y para nutrirse. Pero también hay días que se come para reconfortarse.

“- ¿Sabes qué me encanta de cocinar? […]

– Que después de un día en que nada es seguro y cuando digo «nada» quiero decir «nada», puedes llegar a casa y saber con certeza que si le agregas yemas de huevo al chocolate, azúcar y leche se va a espesar. Eso me reconforta.” (Julie Powell – Julie & Julia – 2009)

Un roce con un compañero, un momento de mucho estrés o una semana muy liada desaparecen delante de un plato que nos levanta la moral con algún recuerdo feliz.

 

Cocinar levanta el ánimo

“La memoria de la comida es más sensorial que otros recuerdos porque involucra los cinco sentidos” dice Susan Whitborne, la profesora de psicología y ciencias del cerebro de la Universidad de Massachusetts.

No hay nada de más humano que cocinar para superar un mal día. Un humilde plato de lentejas como lo hacía nuestra abuela es un pequeño momento de felicidad que nos levanta el ánimo.

lentejas del abuela

 

En esto somos todos iguales, gente común y cocineros de profesión. La comida hecha con cariño y con amor es capaz de ayudarnos en los malos momentos. Es lo que se llama mood food.

Nuestra comida, nuestros recuerdos

Pueden ser los macarones de la yaya, con carne y queso al horno o el bacalao con garbanzos de la mamá. No hay una persona a la que le guste la cocina y no tenga estos recuerdos.

En mi caso es muy claro, cuando paso un mal día tengo que amasar. ¿Qué? Pues cualquier cosa: una focaccia o una pasta. Lo importante es tocar harina, crear algo, acordarse de un momento feliz.

mood food abuela

Es un recuerdo muy nítido de mi infancia. Algo que nunca podré olvidar y no tengo ninguna vergüenza al confesar. Cada vez que lo cuento me sale una lagrimita; son las manos de mi abuela amasando focaccia.

Todo listo en la mesa, los boles con los ingredientes y sus manos nudosas trabajando la harina, la manteca de cerdo y el agua con la levadura de natural, para dar vida a nuestra cena. Al otro lado de la mesa me encuentro yo haciendo los deberes y observando como nunca se quitaba su alianza para cocinar.

Mood food: ¿que hay de malo?

Entonces ¿por qué el mood food siempre aparece acompañado por una aire de negatividad?

El imaginario cinematográfico no es de ayuda. Muchas veces asociamos la comida reconfortante al estereotipo de Bridget Jones – una treintañera a que le deja el novio después de pocos meses de romance – la cual engorda comiendo kilos de chocolate. ¿Pero estamos seguros que este estereotipo sea real?

Os lo digo. Estoy un poco cansada de escuchar a los que están convencidos que la felicidad está en la quinoa, que es buena ¡pero no lo es todo!

Hasta el nutricionista Serafín Murillo, del Hospital Clínic de Barcelona, dice que ocasionalmente unas migas del pastor se pueden comer y que un buen arroz negro pobre en grasas y rico en proteínas gracias a la sepia.

arroz con sepia

Como siempre no hay que pasarse. La comida basura, los kilos de carbohidratos o de dulces no hacen ningún bien ni al cuerpo ni al alma. Pero mood food no significa exagerar, significa mimarse un poco.

Entonces no os sintáis culpables si esta noche os entran ganas de una olla de San Antonio o de unas albóndigas con sepia. Será vuestro pequeño momento de felicidad.

Autor: Manuela Pirrone

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